Humor sobre dos mundos

Humor sobre dos mundos

La directora japonesa Naomi Kawase y el periodista Javier Tolentino protagonizan en MiradasDoc un chispeante diálogo sobre los sentimientos y el poder creador del cine

 

Que Naomi Kawase viene de otro mundo es algo sobre lo que casi nadie tiene dudas en el Festival MiradasDoc: su condición de japonesa y de mujer extremadamente sensible y espiritual salta a la vista desde la primera mirada, y también con su vestimenta, con sus ritos gestuales y con las palabras que usa para comunicarse (con la ayuda de una eficaz intérprete). Sin embargo, el sábado 28 de enero se demostró, una vez más, en el Auditorio de Guía de Isora que el humor es una poderosa herramienta de acercamiento que sobrevuela los diferentes mundos que hay en nuestro planeta: el periodista español Javier Tolentino y la japonesa se enfrascaron en un chispeante diálogo que hizo vibrar y reír a todos los presentes durante más de una hora mientras uno y otra hablaban de sentimientos, del vino, de la siesta española, de baloncesto, de la infancia de Kawase en las montañas japonesas y del poder creador del cine.

 

La charla entre ambos tuvo lugar en el marco del reconocimiento de MiradasDoc a Naomi Kawase, a la que este año se le concedió el premio Mirada Personal por toda su carrera cinematográfica, que comenzó a despuntar en 1997, cuando, con veintiocho años, fue la cineasta más joven en recibir el premio Cámara de Oro en el Festival de Cannes. La sala principal del Auditorio de Guía de Isora asistió así a un encuentro entre dos mundos: el de Kawase –espiritual, lleno de belleza e introspección– y el de Tolentino –un periodista ágil, socarrón, empático y gran comunicador–. Ante la visión de la cineasta a su entrada al recinto, vestida con indumentaria oriental y repartiendo modestas reverencias, el público podría estar esperando un diálogo tal vez soporífero. Pero no fue así.

 

Los destellos de humor comenzaron desde el inicio de la charla, cuando Kawase mostró su aparente sorpresa porque sobre la mesa había agua en lugar de vino español. Tolentino replicó a la broma aclarándole que aquello no era agua (sí era agua…), sino sake, la más famosa bebida alcohólica japonesa. A partir de ahí, y con la imprescindible colaboración de la intérprete, pizpireta y muy eficaz, ambos mundos iniciaron un camino de encuentro en el que Tolentino le hizo a la directora todo tipo de preguntas, algunas incómodas, que la entrevistada respondió con serenidad, prolijamente y siempre con una sonrisa en el rostro.

 

Tal vez los momentos más interesantes de la conversación fueron aquellos en los que Kawase habló de su infancia: abandonada por sus padres, fue criada por sus tíos abuelos en un paraje de montaña, rodeada de naturaleza y de la sabiduría de personas que todos los días le daban las gracias al sol, y que eran agradecidas hasta con el humilde vaso de cristal que se rompe en la cocina y al que se muestra gratitud por sus servicios antes de tirarlo a la basura. “La naturaleza y la gente mayor me han enseñado todo sobre la realidad”, confesó la directora, que encontró en el cine una forma de dejar constancia para los humanos del futuro de todos aquellos momentos en los que encuentra belleza y armonía. “Con el cine podemos hacer que las cosas giren hacia lo positivo –dijo–; y, cuando ya no existamos, el arte va a estar ahí y vamos a seguir en la memoria de otras personas”.

 

A la incómoda pregunta de Tolentino sobre su fama de ser una directora dura con su equipo, la japonesa afirmó que no es dura, sino seria, y armó su respuesta empleando la comida y la siesta como inesperado argumento para salir airosa del lance. Tolentino, la alegre intérprete (que se atrevió incluso con un españolísimo “sí o sí” en una de sus traducciones) y un público receptivo pusieron todo de su parte para que el resto de la velada transcurriera en el mismo ambiente distendido y afable con el que había comenzado.

 

De este modo fue posible que Naomi desplegara hasta el último instante del encuentro una sonrisa que no siempre asoma por su rostro, aunque, como la propia autora afirmó al inicio del diálogo, se considera una persona alegre: “Podría haber vivido sin cámaras, pero la vida con cámaras es más divertida”. Sus trabajos, no siempre divertidos, pero sí llenos de una profunda belleza, son la prueba de que Kawase y cine son dos realidades inseparables. Ella misma lo confesó en la velada: “El cine vino a mí”.



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