Teresa Araguren señala el respeto y el despojo de prejuicios y estereotipos como claves del oficio de corresponsal de guerra

Teresa Araguren señala el respeto y el despojo de prejuicios y estereotipos como claves del oficio de corresponsal de guerra

La periodista reconocida con el primer premio Mirada Encendida de MiradasDoc dialoga con Jorge Berástegui en la Sala 2 del Auditorio de Guía de Isora este domingo, 5 de marzo

Para ejercer un buen papel como periodista enviado a una zona de guerra, una labor que permita a la ciudadanía hacerse una idea de la complejidad de los conflictos y de las sociedades y que supere lo que la información bélica tiene de espectáculo, “hay que ir con una actitud de respeto. Hay que procurar informarse previamente, no es pensar que llegas, miras y ya lo has entendido todo. Para mí el hecho de estar allí, eso que se dice de «yo estuve allí», no es suficiente si no va acompañado de otras cosas. Hay que partir con una actitud de que no lo sabes todo y de que te puedes equivocar mucho si interpretas rápidamente un gesto, porque viajamos con una maleta interna: nuestro modo de ver, cargado de estereotipos, de prejuicios. Desde Occidente viajamos con la arrogancia occidental, con esta idea de que puedes estar dando lecciones de democracia, de libertad… Eso es muy negativo para captar la complejidad de las situaciones, para realmente ver”.

Así resume Teresa Aranguren algunas de las claves de su experiencia de décadas como enviada especial a zonas de guerra, que la llevaron a cubrir el conflicto entre Irán e Irak en los años 80, la primera guerra del Golfo, la de Yugoslavia… y otras contiendas, especialmente, en Oriente Medio. Aranguren recogió este viernes, 4 de marzo, en Guía de Isora el primer premio Mirada Encendida, creado por el Festival y Mercado Internacional de Cine Documental MiradasDoc para reconocer la labor de corresponsales de guerra. La periodista se muestra sorprendida y “encantada” con recibir este premio en un festival que la asombra por “su potencia” y por mantenerse desde hace quince años, lo que demuestra, dice, “que ha habido una capacidad de resistencia”.

De esto y otras cosas hablará este domingo, 6 de marzo, a las 11.30, con el periodista Jorge Berástegui en la Sala 2 del Auditorio de Guía de Isora, centrada en el oficio de los corresponsales de guerra, o, como prefiere llamarlos, periodistas enviados a zonas de guerra, para quitarle toda la mitificación que asocia este trabajo con la imagen de un aventurero.

P.- Usted fue una de las dos únicas mujeres que cubrieron la guerra Irán-Irak en los 80, la única europea. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Tienen las mujeres corresponsales de guerra retos añadidos por el hecho de ser mujeres?

R.- La guerra Irán-Irak duró muchos años. Yo estuve en el mes de agosto, durante un mes y medio, en Teherán, porque los iraníes abrieron la mano a la entrada de periodistas occidentales. Ahí todos los que entraron eran varones, excepto una fotógrafa libanesa y yo. Eso significaba una especie de incordio cotidiano. Había muchos controles, muchos cacheos; para entrar en una rueda de prensa, por ejemplo, a las mujeres no nos podían cachear hombres y teníamos que esperar a que llegara la camarada cacheadora. Siempre llegábamos tarde o un poquito más tarde que los otros. La oración de los viernes en la mezquita, a cargo del primer ministro iraní, Rafsanjani, estaba dividida para hombres y mujeres. Yo no podía ir a la zona de hombres; pero, claro, esto también tenía interés informativo, porque mis compañeros no podían ir a la zona de mujeres, con lo cual, las cosas se compensaban.

No tuve grandes inconvenientes o grandes dificultades para moverme y para informar; pero he estado en Siria, Líbano, Palestina, Irak; nunca en los países del Golfo, donde sé que no podría moverme bien, por ejemplo, en Arabia Saudí. Eso es otra cosa que conviene tener en cuenta porque, a veces, desde la perspectiva occidental, tendemos a ver a los otros pueblos como un todo homogéneo, por ejemplo, el islam, y no, porque hay muchos modos de ser musulmán y de ser árabe. Yo creo que hay que tener esa perspectiva, porque lo otro es una perspectiva etnocéntrica, que no ve la complejidad de una sociedad. Eso es algo con lo que los occidentales cargamos y hay que desprenderse de eso y estar alerta y combatirlo.

P.- Se habla en estos momentos de las fake news como si la manipulación y la mentira fueran nuevas en el periodismo, especialmente en la información sobre los conflictos internacionales. ¿En qué medida este fenómeno es nuevo?

R.- Siempre ha habido manipulación o informaciones falsas, especialmente cuando en situaciones de guerra, por eso es tan importante contrastar la fuente. La diferencia en el momento actual es que ahora la posibilidad de difusión de noticias falsas puede ser muchísimo mayor a través de las redes sociales. Creo que eso tiene una potencia que ni siquiera todavía somos capaces de asumir. Es una especie de cambio antropológico del que nos daremos cuenta dentro de unos años, de la influencia y el poder que tiene.

P.- Usted ha cubierto guerras para medios escritos y para televisión. ¿Qué aporta cada uno de estos soportes informativos? ¿Qué piensa de la crisis de los medios escritos?

Yo, por edad y por formación, me he movido y me he formado, básicamente, en el medio escrito. Cuando llego a la televisión tengo ya un cierto bagaje de experiencia. El periodismo escrito tiene una capacidad de transmitir muchos más matices que una noticia televisiva. No cuenta con la potencia de las imágenes, que pueden expresar mucho, pero son manipulables, pueden confundir. Según qué palabras acompañen a la imagen, esta significa una cosa u otra. En ese sentido, veo que la prensa escrita tiene el valor de alcanzar una mayor profundidad, de no ser tan tajante, tan en blanco y negro. Sin embargo, va perdiendo terreno frente el auge de lo audiovisual.

La guerra es el gran espectáculo, tiene un interés informativo enorme. Lo estamos viendo. Pero, hay un tono a veces que uno detecta, no sé, un aprovechamiento que es obsceno, de una situación tan atroz. No hay nada más atroz que una guerra. Es la negación de todo lo que hay de civilización, de humanidad. Eso no creo que la información televisiva lo muestre, tienda a mostrarlo. Siempre hay casos, pero son más bien excepciones.

P.- ¿En qué sentido el documental puede aportar otra visión como propuesta más reflexiva, teniendo en cuenta también que las redes sociales todavía simplifican más el discurso al reducirlo a 140 caracteres?

R.- Soy una fan decidida del documental como mejor medio de transmitir información. Yo creo que la gran baza de la televisión es el terreno del documental. Ahí sí que se puede contar de verdad y entrar más en profundidad en transmitir lo que está pasando. No digo que sea la única, porque las noticias tienen que tener también el documental, que es dar claves para que se entienda el contexto, pero el documental es el gran formato de la información audiovisual, a mi modo de ver. Para mí, el documental es el género por excelencia desde el punto de vista de la información, creo que no hay nada en el audiovisual como un buen documental para contar una realidad, la que sea.

R.- Asistimos en estos momentos a la guerra en Ucrania como un nuevo fenómeno informativo. ¿Cómo lo observa usted con su experiencia?

La verdad, tengo una sensación de déjà vu constantemente, desde que empezó, porque, como estuve en Yugoslvia, Belgrado… El otro día salió la imagen del bombardeo de la torre de comunicaciones… claro, es que yo estuve horas después del bombardeo de la televisión serbia, en el centro de Belgrado, a la hora en que se emitía el informativo y hubo 20 muertos y, entre los muertos, estaba la chica de maquillaje que me maquillaba a mí para los directos. Es decir, que esta sensación de que esto ha pasado otras veces es clarísima y, además, creo que es real, pero hay una sensación fundamental: tanto Yugoslavia como Irak no eran potencias nucleares.

Si me preguntaran qué hay que hacer es parar esta guerra. ¡Pararlo! Porque, todo el que conoce un poquito de historia sabe cómo se desembocó en la Primera Guerra Mundial y nadie pensaba que fuera a pasar eso dos semanas antes y se encadenó una cosa con otra y, al final, casi la mayor carnicería de la historia de la humanidad, en el siglo pasado. En ese sentido, tengo una preocupación aún mayor. En otras ocasiones, he sentido la indignación y la impotencia ante la impunidad de quienes están destruyendo los países, pero, la invasión de Ucrania, además de una violación del derecho internacional, además de una atrocidad, es una insensatez. Si hubiera una prioridad, para mí lo que pediría a todos los responsables gubernamentales, todos los políticos, es que utilicen todos los medios para parar la guerra, porque, si no, la guerra sigue su curso y va a ir cada vez peor.

 

 

 



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